Nos explica Tim Jackson que, desde finales de los años 70, se ha empezado a poner de
manifiesto que el planeta tiene unos límites ecológicos que
restringen la capacidad de sustentar la actividad económica en el
incremento continuo de la producción y el consumo de bienes
materiales. Estos límites ecológicos se expresan en dos cuestiones
principales. La primera es “el problema de las fuentes”, que
consiste en la escasez de los recursos existentes para producir y consumir. El petróleo ha sido una de las
principales fuentes en las que se ha sustentado el crecimiento
económico, debido en parte a su abundancia y su
precio asequible. Cuando este recurso finito empiece a
escasear, el momento del llamado “pico del petróleo”, su elevado
precio hará que sea un recurso inaccesible para la mayoría de
países. Este desgaste es aplicable a recursos minerales tales como
el cobre, el estaño, el zinc o la plata. El uso de las tierras y la
producción de alimentos también tiene limitaciones y sus precios
pueden alcanzar valores muy altos que impidan la alimentación de
millones de personas, tal y como sucedió en el comienzo de la crisis
de 2008.
La segunda limitación ecológica importante es el
“problema de los sumideros”. Esto se refiere a la capacidad del
medio ambiente para absorber el impacto derivado de las actividades
económicas. En este ámbito, uno de los principales problemas es el
del cambio climático, pero también hay otras señales de alarma: la
deforestación, la contaminación del suelo, la escasez de agua
potable o el colapso de las pesquerías.
Frente
a estas limitaciones ecológicas, las posturas que defienden el
crecimiento apuestan por la desvinculación como mecanismo de
solución: como el sistema de producción se reconfigura y se va
haciendo más eficiente, progresivamente se iría haciendo menos
dependiente del flujo de materiales. En términos de desvinculación
relativa, esto es, un descenso de la intensidad ecológica por unidad
de producción, parece que ha habido ciertos avances. Sin embargo,
estos avances, que se reducen al contexto de los países con
economías avanzadas, no indican un cambio real positivo pues no
tienen en cuenta la reducción absoluta del impacto sobre los
recursos. En efecto, si atendemos a la desvinculación absoluta, al
descenso del impacto sobre los recursos en términos absolutos, vemos
que tanto las emisiones de carbono como el flujo de materiales en
general se han visto aumentados desde los años 80. En esto ha
influido el crecimiento de la población, factor que no está
considerado en la desvinculación relativa. Por consiguiente, para Jackson el
argumento de la desvinculación y el aumento de la eficiencia
productiva no parecen suficientes para afrontar el problema de los
límites ecológicos en el crecimiento. Se deben realizar cambios estructurales.
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