lunes, 27 de agosto de 2012

"El hombre en busca de sentido", de Viktor Frankl II

Reflexiones personales sobre el texto de Frankl:
De la misma manera que el autor estructura su obra en dos partes, que son las reacciones psicológicas en los campos de concentración y la logoterapia, voy a dividir este comentario en esas dos partes. 
 
Con respecto a la primera parte creo que es necesario destacar un aspecto que es comentado en su introducción. El autor alude a su experiencia en el campo de concentración y su desarrollo teórico de la misma como una forma de generar el conocimiento científico acerca de las reacciones de los prisioneros en los campos de concentración. En relación a esto afirma: “Únicamente el que ha estado dentro sabe lo que pasó, aunque sus juicios tal vez no sean del todo objetivos y sus estimaciones sean quizá desproporcionadas al faltarle ese distanciamiento. (página 17). El autor está presentando aquí un dilema muy importante dentro de la investigación en psicología. La aplicación del método científico a la construcción del conocimiento psicológico ha llevado a que se descarten muchas formas de conocer que antes se consideraban válidas. Desde el punto de vista del objetivismo, y considerando que existe la posibilidad de crear un conocimiento objetivo, válido, real, universal...la postura del autor resulta insostenible. Las emociones y el sufrimiento habrían empañado su experiencia y su observación habría sido poco técnica, por lo que sus producciones no tienen validez para la comunidad científica. Sin embargo, en la frase citada, el autor plantea una cuestión muy importante. La experiencia directa, la vivencia, es la única que puede proporcionar un conocimiento que se acerque a lo que realmente pasó (al menos en una situación tan extrema como la que nos ocupa). Posiblemente sin desearlo, una afirmación como esta nos puede llevar a pensar acerca de muchas formas de conocimiento psicológico que no seguirían el rigor exigido por las concepciones objetivistas. ¿Podría un novelista, un periodista, un cantante, un pintor...producir un conocimiento que nos diga algo acerca de la psicología del ser humano? ¿La psicología popular, aquella que maneja la gente dentro de una cultura, ofrece conocimiento válido sobre el comportamiento del ser humano? ¿Puede una persona que no sea “psicóloga” hacer un análisis más completo de una situación como la descrita por el hecho de haberla vivido? ¿Debe ser, por el contrario, que todo este conocimiento tiene que ser ordenado y sistematizado por alguien entrenado en las técnicas de investigación científica?

La psicología (al menos algunos paradigmas dominantes) rechaza en muchos sentidos estar próxima a las humanidades y la filosofía. La filosofía y las humanidades son de naturaleza especulativa y por ello no tienen el mismo estatus como conocimiento ni la misma validez que la psicología. El método científico distingue a la psicología de estas ramas de conocimiento. En mi opinión, las humanidades y la filosofía, que no buscan de manera tan intensa el distanciamiento objetivo, producen conocimiento válido que puede ser ser interesante para la psicología (como disciplina y como forma popular de conocimiento sobre el ser humano). Si nos alejamos de estas formas de conocimiento que se conocen como humanísticas, posiblemente acabemos cayendo en una forma de vida fría y burocratizada. El método no garantiza que el conocimiento psicológico generado tenga sentido para la sociedad que lo solicita. La psicología se aislaría y perdería su anclaje con la sociedad si no está abierto a otros campos de conocimiento que no busquen el rigor y el distanciamiento que requiere la ciencia. 
 
Continuando con la afirmación del autor presentada en el párrafo anterior, me gustaría añadir algunas cuestiones que son interesantes para la propia construcción del conocimiento dentro del marco de la disciplina de la psicología. Los planteamientos presentados por el autor también nos sirven para reflexionar acerca de los métodos de investigación cualitativo y cuantitativo. La posibilidad de hacer ciencia “desde dentro” es una de las reivindicaciones de la investigación cualitativa. Aunque no sea la única forma válida de producir conocimiento, es necesario que el investigador llegue a conocer de manera directa los marcos de pensamiento de aquellas personas o procesos que está estudiando (su implicación debe ser más o menos profunda dependiendo del programa concreto de investigación). El enfoque émico, la visión de los “nativos”, deben ser los elementos estructuradores o los objetivos de la creación del conocimiento sobre ellos. El objetivo de esta forma de investigación es acceder al punto de vista “nativo” y usar su especificidad para producir un conocimiento empírico o teórico válido. En este punto es posible analizar el planteamiento del autor. Desde mi perspectiva creo que el autor no se sitúa puramente en un marco cualitativo, aunque en principio podríamos pensar que sí. La interpretación que prima en el libro es la suya propia. La única voz sobre la vida dentro del campo es la suya (o la de los otros filtrada a través de la suya). En este sentido su postura podríamos considerarla como algo mixto. Se basa en la experiencia directa, pero busca el punto de vista lo más objetivo posible siguiendo su propio criterio de experto. Creo que esto debe ser tenido en cuenta a la hora de valorar sus aportaciones. Aun así, por el tipo de experiencia sobre la que se teoriza, esta es la forma más factible de generar conocimiento (y de las pocas deseables).

De los análisis que el autor realiza en la primera parte del libro, creo que sus aportaciones resultan interesantes, especialmente al considerar su relación de los principios básicos de su terapia. Aun así, me gustaría señalar que sus análisis sobre la psicología de los guardianes del campo no son tan cuidadosos como los de los prisioneros. Uno de los principales hechos que apunta al respecto, a modo de conclusión, no resulta más que de la valoración moral (poco sustantiva) del autor. Me refiero a la afirmación siguiente: “De todo lo expuesto debemos sacar la consecuencia de que hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la `raza` de los hombres decentes y la raza de los indecentes” (página 87). Creo que los análisis que realiza con respecto a la psicología de los guardianes carece de explicaciones relevantes. Aunque es un fenómeno muy difícil (si no imposible) de aprehender, quizás sería interesante considerar algunas aportaciones que se han realizado desde la psicología social y la sociología, como son la presión de grupo, las reacciones ante la autoridad o los efectos de las situaciones de miedo y represión sobre las personas.

En lo que se refiere a la segunda parte, me gustaría comentar algunos aspectos positivos. Me parece que hace bien en señalar la importancia de adoptar un enfoque de una psiquiatría humanizada, alejado de postulados y posturas mecanicistas. Esto abre un horizonte necesario para la psiquiatría y la psicología hacia la concepción de la mente humana de una forma más compleja (y posiblemente más ajustada).
El postulado básico de la logoterapia, la centralidad de la voluntad de sentido, es una aportación muy relevante para la concepción del ser humano y de la terapia psicológica. En muchos sistemas psicológicos se desdeña esta cuestión, que posiblemente sea una de las que tiene más significado para las personas y para la psicología popular. En la medida en que somos conscientes de nuestra muerte y por tanto de la finitud de la existencia, buscamos formas de darle sentido a la existencia. La búsqueda de la realización de nuestra existencia mueve nuestras acciones y marca nuestras metas. A pesar de esta aportación, creo que el autor tiene una concepción limitada de las formas de dar sentido a nuestras vidas. El sentido del amor o el sentido del sufrimiento no son las únicas formas posibles. Dentro de cada cultura se generan muchas formas de dar sentido a la existencia (sistemas filosóficos, religiosos, políticos...) y cada persona asume algunos de esos, dándole su tinte particular y descubriendo otros sentidos posibles. Mi interpretación es que la visión de Frankl sobre la voluntad es un poco monolítica, pues suele referirse a un único sentido último. Incluso me aventuraría a decir que los sentidos que él destaca tienen una estrecha vinculación con sus concepciones personales religiosas y morales. En mi opinión el sentido puede no ser único, puede no basarse sólo en el amor o en el sufrimiento, sino que puede resultar de una combinación de muchas formas de sentido en la que quizás no se puede discernir cuál pesa más y cuál menos. En la cultura y en el descubrimiento personal es donde podemos encontrar de qué contenidos se alimenta el sentido.

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