De la misma manera que el autor estructura su
obra en dos partes, que son las reacciones psicológicas en los
campos de concentración y la logoterapia, voy a dividir este
comentario en esas dos partes.
Con
respecto a la primera parte creo que es necesario destacar un aspecto
que es comentado en su introducción. El autor alude a su experiencia
en el campo de concentración y su desarrollo teórico de la misma
como una forma de generar el conocimiento científico acerca de las
reacciones de los prisioneros en los campos de concentración. En
relación a esto afirma: “Únicamente
el que ha estado dentro sabe lo que pasó, aunque sus juicios tal vez
no sean del todo objetivos y sus estimaciones sean quizá
desproporcionadas al faltarle ese distanciamiento.”
(página 17).
El autor está presentando aquí un dilema muy importante dentro de
la investigación en psicología. La aplicación del método
científico a la construcción del conocimiento psicológico ha
llevado a que se descarten muchas formas de conocer que antes se
consideraban válidas. Desde el punto de vista del objetivismo, y
considerando que existe la posibilidad de crear un conocimiento
objetivo, válido, real, universal...la postura del autor resulta
insostenible. Las emociones y el sufrimiento habrían empañado su
experiencia y su observación habría sido poco técnica, por lo que
sus producciones no tienen validez para la comunidad científica. Sin
embargo, en la frase citada, el autor plantea una cuestión muy
importante. La experiencia directa, la vivencia, es la única que
puede proporcionar un conocimiento que se acerque a lo que realmente
pasó (al menos en una situación tan extrema como la que nos ocupa).
Posiblemente sin desearlo, una afirmación como esta nos puede llevar
a pensar acerca de muchas formas de conocimiento psicológico que no
seguirían el rigor exigido por las concepciones objetivistas.
¿Podría un novelista, un periodista, un cantante, un
pintor...producir un conocimiento que nos diga algo acerca de la
psicología del ser humano? ¿La psicología popular, aquella que
maneja la gente dentro de una cultura, ofrece conocimiento válido
sobre el comportamiento del ser humano? ¿Puede una persona que no
sea “psicóloga” hacer un análisis más completo de una
situación como la descrita por el hecho de haberla vivido? ¿Debe
ser, por el contrario, que todo este conocimiento tiene que ser
ordenado y sistematizado por alguien entrenado en las técnicas de
investigación científica?
La
psicología (al menos algunos paradigmas dominantes) rechaza en
muchos sentidos estar próxima a las humanidades y la filosofía. La
filosofía y las humanidades son de naturaleza especulativa y por
ello no tienen el mismo estatus como conocimiento ni la misma validez
que la psicología. El método científico distingue a la psicología
de estas ramas de conocimiento. En mi opinión, las humanidades y la
filosofía, que no buscan de manera tan intensa el distanciamiento
objetivo, producen conocimiento válido que puede ser ser interesante
para la psicología (como disciplina y como forma popular de
conocimiento sobre el ser humano). Si nos alejamos de estas formas de
conocimiento que se conocen como humanísticas, posiblemente acabemos
cayendo en una forma de vida fría y burocratizada. El método no
garantiza que el conocimiento psicológico generado tenga sentido
para la sociedad que lo solicita. La psicología
se aislaría y perdería su anclaje con la sociedad si no está
abierto a otros campos de conocimiento que no busquen el rigor y el
distanciamiento que requiere la ciencia.
Continuando con la afirmación del autor
presentada en el párrafo anterior, me gustaría añadir algunas
cuestiones que son interesantes para la propia construcción del
conocimiento dentro del marco de la disciplina de la psicología. Los
planteamientos presentados por el autor también nos sirven para
reflexionar acerca de los métodos de investigación cualitativo y
cuantitativo. La posibilidad de hacer ciencia “desde dentro” es
una de las reivindicaciones de la investigación cualitativa. Aunque
no sea la única forma válida de producir conocimiento, es necesario
que el investigador llegue a conocer de manera directa los marcos de
pensamiento de aquellas personas o procesos que está estudiando (su
implicación debe ser más o menos profunda dependiendo del programa
concreto de investigación). El enfoque émico, la visión de los
“nativos”, deben ser los elementos estructuradores o los
objetivos de la creación del conocimiento sobre ellos. El objetivo
de esta forma de investigación es acceder al punto de vista “nativo”
y usar su especificidad para producir un conocimiento empírico o
teórico válido. En este punto es posible analizar el planteamiento
del autor. Desde mi perspectiva creo que el autor no se sitúa
puramente en un marco cualitativo, aunque en principio
podríamos pensar que sí. La interpretación que prima en el libro
es la suya propia. La única voz sobre la vida dentro del campo es la
suya (o la de los otros filtrada a través de la suya). En este
sentido su postura podríamos considerarla como algo mixto. Se basa
en la experiencia directa, pero busca el punto de vista lo más
objetivo posible siguiendo su propio criterio de experto. Creo que
esto debe ser tenido en cuenta a la hora de valorar sus aportaciones.
Aun así, por el tipo de experiencia sobre la que se teoriza, esta es
la forma más factible de generar conocimiento (y de las pocas
deseables).
De
los análisis que el autor realiza en la primera parte del libro,
creo que sus aportaciones resultan interesantes, especialmente al
considerar su relación de los principios básicos de su terapia. Aun así, me gustaría señalar que sus análisis sobre la
psicología de los guardianes del campo no son tan cuidadosos como
los de los prisioneros. Uno de los principales hechos que apunta al
respecto, a modo de conclusión, no resulta más que de la valoración
moral (poco sustantiva) del autor. Me refiero a la afirmación
siguiente:
“De todo lo expuesto debemos sacar la consecuencia de que hay dos
razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la `raza` de
los hombres decentes y la raza de los indecentes” (página 87).
Creo
que los análisis que realiza con respecto a la psicología de los
guardianes carece de explicaciones relevantes. Aunque es un fenómeno
muy difícil (si no imposible) de aprehender, quizás sería
interesante considerar algunas aportaciones que se han realizado
desde la psicología social y la sociología, como son la presión de
grupo, las reacciones ante la autoridad o los efectos de las
situaciones de miedo y represión sobre las personas.
En lo que se refiere a la segunda parte, me
gustaría comentar algunos aspectos positivos. Me parece que hace
bien en señalar la importancia de adoptar un enfoque de una
psiquiatría humanizada, alejado de postulados y posturas
mecanicistas. Esto abre un horizonte necesario para la psiquiatría y
la psicología hacia la concepción de la mente humana de una forma
más compleja (y posiblemente más ajustada).
El postulado básico de la logoterapia, la
centralidad de la voluntad de sentido, es una aportación muy
relevante para la concepción del ser humano y de la terapia
psicológica. En muchos sistemas psicológicos se desdeña esta
cuestión, que posiblemente sea una de las que tiene más significado
para las personas y para la psicología popular. En la medida en que
somos conscientes de nuestra muerte y por tanto de la finitud de la
existencia, buscamos formas de darle sentido a la existencia. La
búsqueda de la realización de nuestra existencia mueve nuestras
acciones y marca nuestras metas. A pesar de esta aportación, creo que el autor tiene una concepción limitada de las formas de dar sentido a nuestras
vidas. El sentido del amor o el sentido del sufrimiento no son las
únicas formas posibles. Dentro de cada cultura se generan muchas
formas de dar sentido a la existencia (sistemas filosóficos,
religiosos, políticos...) y cada persona asume algunos de esos,
dándole su tinte particular y descubriendo otros sentidos posibles.
Mi interpretación es que la visión de Frankl sobre la voluntad es
un poco monolítica, pues suele referirse a un único sentido último.
Incluso me aventuraría a decir que los sentidos que él destaca
tienen una estrecha vinculación con sus concepciones personales
religiosas y morales. En mi opinión el sentido puede no ser único,
puede no basarse sólo en el amor o en el sufrimiento, sino que puede
resultar de una combinación de muchas formas de sentido en la que
quizás no se puede discernir cuál pesa más y cuál menos. En la
cultura y en el descubrimiento personal es donde podemos encontrar de
qué contenidos se alimenta el sentido.