1. En el periodo de auge del “parlamentarismo”, los
representantes eran personas que habían logrado ser prominentes en su
comunidad y tienen una red importante de conexiones locales. Se trataba
de un gobierno de notables, cuyas decisiones políticas y sus votos
se basaban en su conciencia y criterio personal. La opinión pública
sólo se expresaba a través de acciones y presiones
extraparlamentarias, y el debate constituía una necesidad para la
deliberación colectiva y el posicionamiento de los representantes.
2. En el segundo periodo, denominado “democracia de
partidos”, los partidos establecían un fuerte vínculo identitario
con sus votantes, separados por clases sociales, y los candidatos eran elegidos
en el seno de los partidos por su activismo y sus dotes burocráticas.
La elección era una expresión de confianza en el partido. Los
representantes tenían obligaciones con las posiciones del partido y
la puesta en marcha de sus planes dependía en buena medida del balance
de fuerzas derivado de los resultados electorales. La opinión
pública estaba estructurada y organizada por los partidos y los
votantes apenas tenían acceso a informaciones contrarias a las de su
partido. Las discusiones deliberativas tenían lugar internamente en
los partidos, mientras que en los parlamentos hay una disciplina de
voto marcada por las posiciones previas definidas por el partido.
3. Por último, en la “democracia de audiencias”, los
resultados electorales ya no están determinados por las
circunstancias sociales, económicas y culturales de los votantes. Independientemente de estas puede haber variaciones en las
preferencias electorales. Puesto que la situación política es cada
vez más compleja e impredecible, se tiende a seleccionar candidatos
individuales basándose en la confianza que inspiran. La
característica que hace destacar a los candidatos es el manejo de la
comunicación mediática; se trata del gobierno de los expertos en
medios. El electorado funciona como una audiencia que reacciona
frente a la circunstancias particulares de cada elección. Como las
promesas electorales no toman forma definida la independencia de los
representantes es mayor. La opinión pública está marcada por los medios de masas, que tienen tendencias políticas determinadas pero no están
vinculados estructuralmente con los partidos, y toman forma otros
elementos de expresión de la opinión como los sondeos. En los
parlamentos no suele haber discusiones deliberativas, sino que los
líderes marcan la opinión que es apoyada por los miembros de su
partido. Hay otros espacios de reunión y discusión entre la
ciudadanía y entre grupos de interés y organizaciones ciudadanas
con los representantes. En opinión de Manin en este momento hay una
sensación de crisis de la representación que posiblemente esté
producida por el mantenimiento o el aumento de la distancia entre
gobernantes y gobernados.
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