Continuando con la pregunta de si existe una crisis de la representación política, en esta entrada voy a discutir las propuestas de la democracia deliberativa y la democracia participativa.*
Estas corrientes académicas defienden que los
partidos se han distanciado de los electores (una idea bastante extendida en nuestra sociedad a la que atenderemos en posteriores entradas).
Este distanciamiento se ha sido producido por factores como la existencia de los medios
de comunicación, que permiten emitir mensajes directamente a los
electores; la financiación pública de los partidos, con la
consecuente pérdida de peso de la financiación de los afilados; y
el mayor nivel educativo y una mayor exigencia por parte de los
ciudadanos. Hay una pérdida
de legitimidad
de los representantes y un desencanto y disminución de la
participación política por parte de la ciudadanía.
El voto tiene muchas limitaciones como instrumento de
participación y no es eficaz para influir en las decisiones. Además,
la política se ha tecnificado excesivamente y la ciudadanía queda
fuera del debate público. La ciudadanía puede tener una mayor
responsabilidad y tiene capacidad para tomar decisiones sobre los
asuntos públicos. Lo esencial es la publicidad de la política y la
existencia de fuentes plurales de información y medios de
comunicación independientes. La ciudadanía debe estar bien
informada y tener conocimiento de las cuestiones políticas.
Los defensores de la democracia deliberativa hacen un
énfasis mayor en la necesidad de mejorar la comunicación en
relación a la vida política y generar espacios de deliberación, lo
que facilitaría los consensos, la tolerancia y la toma de mejores
decisiones en términos de justicia distributiva.
Por su parte, los partidarios de formas de democracia
participativa, consideran que los ciudadanos pueden autogobernarse y
que promover formas de participación directa de la población
favorecería la resolución de conflictos, el compromiso ciudadano y
la consolidación de la democracia. Estos mecanismos de participación
directa deberían ser introducidos de una manera progresiva.
Las principales cuestiones que se pueden presentar en
contra de ambas corrientes es que resultaría muy difícil conseguir
que toda la ciudadanía tenga conocimiento suficiente sobre los
asuntos políticos, y que se pueden generar efectos perversos debido
a las posibilidades de manipulación que ofrecen los medios de
comunicación de masas y los nuevos conocimientos de “marketing
político” y propaganda. Aquí podemos incluir posicionamientos como el
de Sartori, tratado en la entrada anterior, que considera que la ciudadanía en general no puede ser
dotada con un mayor poder decisorio o una mayor influencia pues está
centrada en sus propios intereses. La política se acabaría
desvirtuando y convirtiéndose en una lucha de intereses
particulares.
*Para una revisión de estos dos enfoques, ver Martínez, M.A. (2004) La representación política y la calidad de la democracia. Revista Mexicana de Sociología, 66(4) Octubre-diciembre.